Los Pelayos: la historia real de los reyes del casino

La realidad supera a la ficción… ¿Cuántas veces has escuchado esta frase a lo largo de tu vida? Seguro que muchas y seguro que cada vez que la vuelves a oír, te convences todavía más de que la persona que la inventó tenía más razón que un santo. Y es que, a pesar de los años y las experiencias, la vida nunca deja de sorprendernos y en el mundo del casino, no iba a ser menos.

Existen infinidad de historias en torno al juego que parecen inventadas por los mejores guionistas cinematográficos, pero a diferencia de las historias que vemos en la gran pantalla, estas son ciertas. Si en Estados Unidos el equipo MIT de Blackjack inspiró a la archiconocida cinta 21 Blackjack, en nuestro país no somos menos y los Pelayo, una familia madrileña, consiguió vencer al casino de la manera más original, siendo la hazaña llevada al cine años después.

Te contamos la verdadera historia de esta astuta familia con la que queda demostrado que, como decíamos al inicio del post, la realidad en muchas ocasiones supera a la ficción.

¿Quiénes son los Pelayo?

 Nacido en el año 1947 en la ciudad de Madrid y con orígenes andaluces, Gonzalo García-Pelayo, que así se llama el cabeza de familia, destacó ya a la edad de 20 años demostrando ser un gran emprendedor cuando inauguró una rompedora discoteca en Sevilla en la que se escuchaba música muy distinta a la de sus competidores, siendo los temas de James Brown o Aretha Franklin algunos de los que sonaban.

Tras esta primera aventura empresarial llegarían otras tantas y ya entrados los años setenta, destacó como locutor de radio en las emisoras más punteras del país, llegando incluso a ser fundador de la extinta Popular FM.

Su idilio con los medidos de comunicación no se quedó tan solo en las ondas, ya que han sido numerosas sus incursiones en el séptimo arte dirigiendo largometrajes y también cuenta con experiencia en la pequeña pantalla, donde destaca la serie cómica Pensión el Patio, la primera emitida en Canal Sur que contaba entre sus protagonistas con Los Morancos. Todo esto sin dejar de lado su faceta de productor musical, siendo parte activa en las carreras de artistas como José Mercé, Pablo Milanés o María Jiménez.

Pero si por algo llenó páginas de periódicos y titulares, fue por su incursión en los casinos acompañado por miembros de su familia, entre ellos sus hijos Iván, Vanessa y Óscar, con un método sobre las mesas de ruleta que les haría embolsarse grandes cantidades de dinero.

El método de los Pelayo

Después de haber perdido 300.000 pesetas en compañía de su hermano Javier jugando al blackjack, Gonzalo puso sus miras en las apuestas con la firme convicción de que ninguna máquina podía llegar a ser perfecta, puesto que cualquiera de estas podría repetir el mismo fallo una y otra vez, y así, dejándose llevar por su idea, se propuso encontrar el error en las ruletas de casino.

Tanto él como sus hijos dedicaron horas y horas a recopilar información sobre el popular juego de casino y de los números que la componen, informatizando los resultados de miles de tiradas mediante un software creado para la ocasión. Sus sospechas se confirmaron y gracias al esfuerzo pudieron corroborar que la ruleta también podía tener imperfecciones por muy invisibles que resultasen a simple vista y que estas a su vez, influían en que algunos números fuesen premiados por encima de sus probabilidades.

Fue así como nació el método que tiempo más tarde les permitiría alcanzar la popularidad, pero llegaba el momento de ponerlo en práctica y para ello, a finales de 1991 se dedicaron a jugar en el Casino Gran Madrid.

El éxito en el casino de los Pelayo

Con un grupo de colaboradores tomando datos en las mesas de juego y mientras otros miembros del equipo jugaban a la ruleta, el plan funcionaba según lo previsto y ya en el verano de 1992 consiguieron ganar 70 millones de las antiguas pesetas en el mencionado casino. Debido al éxito, expandieron sus objetivos y viajaron por todo el mundo con el efectivo sistema. Los casinos de Las Vegas y otros situados en Copenhague, Viena o Ámsterdam formaron parte de su amplia ruta. Se calcula que en total pudieron ganar unos 250 millones de pesetas.

Los casinos, que no eran ajenos al exitoso sistema de los Pelayos, comenzaron a poner medidas en marcha y con un simple cambio de mesa podían desestabilizar la estrategia de la familia, generando como consecuencia pérdidas y un mayor riesgo.

Los jugadores ya eran reconocidos por los crupieres de todos los casinos que habían visitado y esto dificultaba cada vez más sus planes, tanto que fueron muchos los establecimientos que les negaban la entrada e incluso tras el veto en 1994 del Casino Gran Madrid, Garcia-Pelayo decidió llevarlos a los tribunales al considerar ilegal la prohibición.

Fueron muchos los años de pleitos y visitas a los juzgados, pero finalmente, después de un largo proceso que se prolongó en el tiempo, los Pelayo ganaron la apuesta al determinar la justicia que su método era completamente legal, puesto que no manipulaban los resultados y se les permitió de nuevo la entrada al casino.

Los Pelayo en la actualidad

Las hazañas de la familia fueron recogidas en la novela La fabulosa historia de los Pelayos en 2003, fue analizada en 2006 en un episodio del documental Breaking Las Vegas de History Channel y años más tarde, en 2012, llevada al cine con la película The Pelayos.

Tras la aventura con las ruletas, Gonzalo García-Pelayo continúo con el estudio de la probabilidad en el mundo del juego, pero en esta ocasión, centrándose en las cartas y llegando a poner en pie la primera escuela de póker de España en la que imparten clases su hijo Óscar y uno de sus sobrinos.

La historia real de los Pelayo es sorprendente y fascinante, pero como pasa con muchos casos en los que se habla de grandes ganancias, desconocemos la inversión que hay detrás de los premios. Es por ello por lo que te recordamos que el juego nunca debe ser visto como una solución a los problemas económicos y si juegas a la ruleta, las tragaperras online o el videobingo, debes hacerlo por diversión y con responsabilidad para que la experiencia resulte agradable.